Capítulo de Libro: "Participación ciudadana juvenil triqui" - Mtra. Leticia Vega y Mtro. Rafael Gutiérrez, 2015

  



La comprensión de la ciudadanía en la institución escolar mexicana, basada en una concepción de estatus, enfrenta varios cambios socioculturales, económicos y políticos, que le han exigido transitar hacia una concepción de ciudadanía de proceso; es decir, a pensar, valorar y formar una ciudadanía activa, responsable, crítica, implicada en la construcción de procesos sociales y asuntos políticos y culturales de una manera interactiva y comprometida con la familia, comunidad, Estado o nación.

Durante mucho tiempo la escuela ha compartido una noción de ciudadanía de estatus en la que el reconocimiento de esta misma viene condicionado por la pertenencia a la mayoría de edad o a cierta identidad nacional. Se trata de un concepto de ciudadanía excluyente, pues no reconoce las prácticas ciudadanas de los escolares menores de 18 años de edad ni la diversidad de sus ciudadanías étnicas. Cuando la institución escolar reconoce y fomenta la participación de los niños, lo hace desde una concepción occidental de la niñez que homogeneiza la diversidad cultural y restringe la participación ciudadana de los niños a la mera expresión de sus opiniones en todos los asuntos que les competen, pero alejados del mundo problemático de los adultos.

Durante las últimas dos décadas han ocurrido cambios importantes en la concepción de México como un país que reconoce su diversidad cultural y se plantea la necesidad de desarrollar una educación intercultural.

El papel de la escuela para consolidar tal reconocimiento y desarrollo educativo, resulta clave si logra asimilar plenamente una noción de la ciudadanía como proceso, más específicamente si instrumenta y promueve la formación de una ciudadanía democrática e intercultural dentro y fuera de la escuela. La ciudadanía democrática que se concibe para México apunta hacia una convivencia armónica y pacífica, basada en la igualdad y equidad de todas las personas, sean mujeres, hombres o pertenezcan a un grupo cultural u otro, así como en sus derechos humanos y fundamentales. Esta ciudadanía implica la participación comprometida, creativa y crítica de todas las personas en asuntos relacionados con la comunidad local, nacional, regional y global. El acento de ciudadanía intercultural que debe ponérsele a la ciudadanía democrática, implica un reconocimiento a la diversidad cultural y lingüística del territorio mexicano, a través no sólo del conocimiento de otras culturas, sino de un diálogo auténtico que comprende el conocimiento mutuo entre personas y grupos culturales, lo que puede denominarse competencia comunicativa intercultural (diálogo auténtico que comprenda un conocimiento mutuo entre personas y culturas, y se basa en la asunción de la existencia de una simetría cultural, Meléndez, 2011). Todo lo anterior basado en el respeto y en el marco de una cultura democrática.

Todo esto supone virajes importantes en las concepciones de la ciudadanía y de la niñez asumidas tradicionalmente por la institución escolar y, por lo tanto, implica resolver innumerables problemas, entre los que destaca el desconocimiento y exclusión de las ciudadanías étnicas. A continuación se expone el caso de la participación ciudadana de los niños indígenas que se involucran activamente con los demás miembros de su comunidad en el enfrentamiento de problemas colectivos, lo cual pasa inadvertido y queda excluido como una expresión de la ciudadanía étnica para los profesores y demás autoridades magisteriales; en lugar de ello, esa participación es reconocida como contraria al desarrollo natural y académico de la niñez.

Todo esto ocurre en un contexto donde el sistema educativo esta en tránsito hacia una concepción de ciudadanía de proceso de carácter democrático e intercultural, proponiendo contenidos educativos y ejercicios de formación ciudadana y de la diversidad cultural, pero en la práctica sigue excluyendo la ciudadanía étnica.